Serveto, en la vida de Casiodoro
de Reyna
Fuentes:- Carlos Gilly, en CER. Enciclopedia.
-Diccionario Enciclopédico UTEHA. Enciclopedia Salvat.
-Enciclopedia del Protestantismo Español.- Historia de
los Heterodoxos Españoles, de Marcelino Menéndez
Pelayo.
Redactado por Miguel Ángel Pascual Ariste. Diciembre de
2004.
Casiodoro Reyna, nació hacia 1520 en Montemolín
(entonces Reino de Sevilla, actualmente Extremadura), él
se autodenomina “Cassiodorus Reinius Hispanus Hispalensis”,
esto es, español de Sevilla, en una Biblia que dedicó
al ayuntamiento de Frankfort de Meno, donde pidió y le
concedieron la ciudadanía y falleció en 1594. Abandonó
el monasterio jerónimo de San Isidoro del Campo, próximo
a Sevilla, en 1557, al descubrirse la comunidad protestante Sevillana,
fijando su residencia en Ginebra. Su deseo de ponerse a salvo
de la Inquisición, diferencias con los calvinistas, las
intrigas de Felipe II (que puso espías cerca de él
y precio a su cabeza), necesidades económicas y la impresión
de su traducción de la Biblia ( la primera completa al
castellano a partir del hebreo y el griego ) le obligaron a cambios
constantes de domicilio. Así lo vemos en Frankfort, Londres,
Amberes, Bergerac, Castillo de Montargis, Basilea y Estrasburgo.
Como traductor, se le debe la conocida como Biblia
del Oso (Basilea, 1569) y la traducción al francés
de Historia Confessionis Augustanae (Amberes, 1582). Fue el autor
de la Declaración o Confesión de Fe hechas por ciertos
fieles españoles, que huyendo de los abusos de la Iglesia
Romana y la crueldad de la Inquisición de España,
hicieron a la iglesia de los fieles para ser en ella recibidos
(Frankfort, 1577); de comentarios a porciones de los Evangelios
de San Juan y San Mateo (aparecidas en latín en 1573, Frankfort)
y de un Catecismo (1580), publicado en latín, francés
y holandés. También redacto unos Estatutos para
una sociedad de ayuda a los pobres y perseguidos, en Frankfort,
que ha llegado hasta nosotros.
En el Auto de Fe de la Inquisición de
Sevilla, el 26 de abril de 1562, fue quemado en efigie y figuró
en el Indice como autor de primera clase. Sospechoso se hizo Casiodoro
a los ultra ortodoxos calvinistas de Ginebra por sostener que
también a los anabaptistas se les debía considerar
como hermanos, por propagar el libro de Castellion sobre “que
no se debían quemar los herejes” y por decir que
Miguel Servet había sido quemado injustamente en Ginebra.
Sus enemigos reprocharon a Casiodoro que cada vez que él
paseaba delante del lugar de la hoguera de Servet se le saltaban
las lágrimas.
Fue el autor del primer gran libro contra la
Inquisición publicado por primera vez en Heidelberg en
1567 bajo el pseudónimo de Reginaldus Gonsalvius Montanus.
En la lectura anterior, vemos coincidencias en
la vida de Casiodoro Reyna con la de su predecesor Miguel Serveto
Conesa: Los dos se proclaman Hispanus hasta su muerte, a pesar
de solicitar y obtener ciudadanía extranjera; viajan a
Ginebra, donde hablan con Calvino; se ven obligados a viajes y
cambios constantes de domicilio, para huir de la Inquisición
e imprimir sus obras, usando en ocasiones pseudónimo; ayudan
a los pobres; se enfrentan a la doctrina calvinista; respetan
a los anabaptistas; son quemados en efigie. Casiodoro es amigo
y admirador de Castellion, primer defensor de Serveto, y resulta
enternecedor sus lágrimas al pasar por el lugar donde fue
quemado Serveto.
La Biblia de Casiodoro de Reina es la primera
Biblia completa impresa en lengua española, anteriormente
existía la de Alfonso X el Sabio, versión que además
de ser más bien una paráfrasis que una traducción,
y ser manuscrita sin divulgación, sólo tenía
un valor meramente histórico. También había
otras traducciones incompletas. Es la única traducción
protestante hoy existente, conocida como la Biblia del Oso (Basilea
1569), llamada así, porque la portada está ilustrada
con un oso, antigua marca tipográfica. También en
la portada se encuentra, tanto en hebreo como en español,
el siguiente texto: “La Palabra del Dios nuestro permanece
para siempre”. Isaías 40:8. Fue un convencido de
la absoluta e imperiosa necesidad, de que los hombres pudiesen
leer y comprender la Eterna Palabra en su propia lengua.
En la posterior Biblia de Cipriano de Valera
(Ámsterdam 1602), este se limitó a cambiar el orden
de los libros y a añadir o quitar notas marginales, con
alteraciones mínimas del texto bíblico fijado por
el primer traductor, Casiodoro, cuyo nombre es silenciado. Este
silencio se explica por la enemistad de más de treinta
años que el súper ortodoxo calvinista Cipriano de
Valera sintió por su antiguo maestro en el convento, por
haberse negado Casiodoro a someter su traducción de la
Biblia a la censura de los eclesiásticos de Ginebra. Cipriano,
fecundo escritor, atestiguó el respeto y subordinación
que sentía por Calvino, traduciendo al castellano sus Instituciones
Cristianas.
Casiodoro de Reina, era considerado el maestro
de la comunidad evangélica de los frailes de San Isidro
del Campo, que en 1557 huyeron de Sevilla y se dirigieron a Ginebra,
y fue el único que no tuvo que hacer estudios suplementarios
de teología bajo Théodore de Bèze y también
el único fraile a quien los Inquisidores sevillanos en
el Auto de Fe de 23 abril 1562 dieron el título de “heresiarca”..
Cuando Casiodoro llegó a Ginebra, forjó
el plan para traducir la Biblia completa al español, tratándolo
con Calvino, a quien Enzinas ya le había solicitado, cinco
años antes, financiar la espléndida Biblia en español
que el burgalés estaba terminando de traducir en Estrasburgo
y que quería imprimir en Ginebra. Enzinas se había
gastado una enorme suma tanto en la realización de los
seiscientos grabados contratados al artista Fran Oberritter en
Estrasburgo, como en la fundición de los majestuosos y
bellísimos tipos de letra (utilizados posteriormente en
la segunda edición en folio real de la Humani corporis
fabrica de Andreas Vesalius, Basilea, J. Oporino, 1555).
La temprana muerte de Enzinas le ahorró
al reformador ginebrino Calvino, la mayor afrenta de su vida:
los cuatro libros del Antiguo Testamento publicados por Enzinas,
en Estrasburgo en 1550, y los pendientes de impresión en
el verano de 1552, estaban traducidos, no a partir de los textos
originales, sino de la versión latina de Sebastián
Castellion, apóstol de la tolerancia religiosa, amigo íntimo
de Enzinas y el hombre más odiado por Calvino y los calvinistas.
La excelente versión en latín clásico de
Castellion fascinó, además de Enzinas, a Casiodoro,
que decidió, a despecho de otros españoles sumisos
a Calvino, escribir una carta al “docto et pio viro Sebastiano
Castalioni”. Cuando los calvinistas se enteraron de que
Casiodoro se marchaba a Inglaterra, no tardaron en ponerle el
sobriquete de Moisés de los españoles, pues logró
llevarse consigo muchos de sus compatriotas. Llegado a Londres
a finales de 1558, Casiodoro actúa de espía para
la reina Isabel, asalariado por ella con 60 libras y organiza
allí una Iglesia de lengua española, en Santa María
de Hargs. Los celosos calvinistas de las iglesias francesa y flamenca
de Londres, guiados por su extrema desconfianza y antipatía
por Casiodoro, no hacían sino espulgar sus textos, buscar
herejías y denunciarlas a Ginebra, llegando a avisar a
la Inquisición,y se le acusa injustamente de sodomía.
El resultado de esta conjura fue la huída
precipitada de Casiodoro a Amberes en enero 1564 y la dispersión
de la iglesia española de Londres.
Casiodoro erró durante más de
tres años entre Francfort, Heidelberg, el sur de Francia,
Basilea y Estrasburgo buscando un lugar donde establecerse como
pastor de la iglesia o como simple artesano, y poder dar así
término a su traducción.
El primer contrato para la edición de
1100 ejemplares de la Biblia, fue firmado en el verano de 1567
con el famoso editor Oporino. Por desgracia para Casiodoro, en
el mes de julio 1568 y antes de poder dar comienzo a la impresión
de la Biblia, Oporino murió, ocasionando un retraso en
la impresión. Casiodoro procuró obtener de los ministros
ginebrinos el “placet”, necesario para lograr el deseado
puesto de pastor en una de las iglesias reformadas, no pensando
en ningún momento, poner su traducción en manos
de los calvinistas y menos de hacerla imprimir en Ginebra. En
el verano de 1568 la Suprema ordenó a los inquisidores
de los puertos de la península, estar vigilantes sobre
los libros que entran, pues “Casiodoro ha impreso en Ginebra
la Biblia en lengua española”, difícilmente
podían entrar, pues aún no se había comenzado
a imprimir.. Marcos Pérez, presta a Casiodoro, a fondo
perdido, la suma de 300 florines (equivalente al sueldo de tres
años de un profesor de Universidad) que sirvieron para
cerrar un nuevo contrato con el impresor Thomas Guarin, quien
imprimió en sus talleres 2600 ejemplares de la “Biblia
in Hispanicam linguam traducta”, terminada el 24 de junio
1569, día en que Casiodoro notificó a un amigo la
entrega inmediata del último cuaderno: ‘postremum
folium totius texti biblici tam Veteris quam Novi Testamenti’.
Sobre las fuentes utilizadas por Casiodoro para
la traducción de su Biblia, nos informa él mismo
en su “Amonestación al lector”: Además
de las fuentes originales hebrea y griega, también la versión
de Sanctes Pagnini y la doble edición judeo-española
de Ferrara 1553. Para las partes griegas del Antiguo Testamento,
Casiodoro parece haber seguido sobre todo la Biblia latina de
Zürich y en parte la de Castellion, de quien tomó
no sólo el término “Jehová en lugar
del comúnmente usado Señor”, sino también
el modo de indicación de los textos añadidos de
la Vulgata. Ambas Biblias “herejes” vienen naturalmente
silenciadas por Casiodoro, así como las versiones castellanas
igualmente utilizadas (Enzinas, Juan Pérez y Juan de Valdés),
pues todas figuraban ya en el Índice de libros prohibidos
de Roma y de España. Y siendo precisamente la divulgación
de la Biblia en España su mayor interés, Casiodoro
intentó prevenir la ineludible prohibición inmediata,
haciendo pasar su Biblia como obra católica y respetando
el orden de los libros bíblicos según la Vulgata,
cuyo Canon había sido recientemente confirmado por el concilio
de Trento. Al llegar al Apocalipsis, en junio de 1567, la labor
del impresor había casi ya alcanzado a la del intérprete
y a Casiodoro no quedó otro remedio, que servirse a manos
llenas del correspondiente texto de Enzinas, contentándose
meramente con una rápida revisión. Después
de la publicación de la Biblia, en septiembre 1569, en
la que, por razones obvias de cautela para su difusión
en tierras católicas, no se mencionaban ni el nombre del
traductor ni el lugar de impresión, los enemigos de Casiodoro,
no levantaron la guardia. Apenas un año y medio más
tarde, el Consejo Supremo de la Inquisición se había
enterado ya de que “la Biblia en romance” se había
impreso en Basilea y ordenó la recogida de todos los ejemplares
que se descubrieran. En Amberes se cambiaron las portadas de muchos
ejemplares por el frontispicio del célebre Diccionario
de Ambrogio Calepino a fin de poderlos mejor difundir en España.
Esta estratagema no funcionó siempre, y dio lugar a un
nuevo avisó a los tribunales: “Biblias en español,
cuviertas de ojas del Calepino, se prohiven”. Cipriano de
Valera no llevaba del todo razón al escribir en el prólogo
de su Biblia de 1602 que “los dos mil y seyscientos exemplares
[de la traslación de Cassiodoro de Reyna] por la misericordia
de Dios se han repartido por muchas regiones. De tal manera que
hoy casi no se hallan exemplares, si alguno los quiere comprar”.
En realidad, lo que Valera con su nueva edición pretendía,
no era sólo suplir la falta de ejemplares, reimprimiendo
la “translación” de su antiguo maestro Casiodoro.
Su verdadero intento, era acabar de una vez por todas con el hecho,
vergonzoso en los ojos de algunos estrechos calvinistas españoles,
de tener que servirse de una Biblia, que tanto en el orden de
los libros como en las anotaciones teológicas marginales,
no correspondía exactamente a las Biblias oficiales de
Ginebra. Verdad es, que al salir la Biblia de Casiodoro, los pastores
de Ginebra la examinaron minuciosamente, y no obstante “la
siniestra opinione” que dicen seguir teniendo de Casiodoro,
no encontraron absolutamente nada que reprochar a la edición,
sino un insignificante error tipográfico en Génesis
I 27 (macho hembra los crió). También Casiodoro
se dio pronto cuenta del gazapo, haciendo imprimir una pegatina
con las palabras “y hembra” que el mismo insertó
en la correspondiente línea de un gran número de
ejemplares. De las verdaderas “herejías” exegéticas,
que Casiodoro introdujo ingeniosamente en los epígrafes
de muchos capítulos de su Biblia, ni se enteraron los pastores
de Ginebra ni tampoco Cipriano de Valera, pues los dejó
intactos en su revisión. Valera se puso hacia 1580 en Londres
a revisar la Biblia de Casiodoro, quien por entonces le era doblemente
sospechoso: por sus servetismos pasados (la expresión es
de Théodore de Bèze) y por su oficio presente de
pastor de la iglesia luterana. Pero para evitar la acusación
de comportarse como un plagiario, Valera esperó hasta la
muerte de Casiodoro, para publicar en Londres en 1596 una edición
propia del Nuevo Testamento.
La Biblia de Valera, se basa en la Biblia del
Oso, cuya traducción es exclusivamente de Casiodoro de
Reina: o sea, de un protestante independiente y abierto, quien,
de haberse hecho realidad los deseos de Valera y de sus amigos
calvinistas, nunca hubiera podido llevar a buen término
una traducción de la Biblia en español.
Menéndez y Pelayo escribe en su célebre
Historia de los Heterodoxos Españoles: «Los trabajos
bíblicos, considerados como instrumento de propaganda,
han sido en todo tiempo ocupación predilecta de las sectas
protestantes. No los desdeñaron nuestros reformistas del
siglo XVI: Juan de Valdés puso en hermoso castellano los
Salmos y parte de las Epístolas de San Pablo; Francisco
de Enzinas, no menor helenista, vertió del original todo
el Nuevo Testamento; Juan Pérez aprovechó y corrigió
todos estos trabajos. Faltaba una versión completa de las
Escrituras, que pudiera sustituir con ventaja a la de los judíos
de Ferrara, única que corría impresa, y que por
lo sobrado literal y lo demasiado añejo del estilo, lleno
de hebraísmos intolerables, ni era popular, ni servía
para lectores cristianos del siglo XVI. Uno de los protestantes
fugitivos de Sevilla se movió a reparar esta falta; emprendió
y llevó a cabo, no sin acierto, una traducción de
la Biblia y logró introducir en España ejemplares
a pesar de las severas prohibiciones del Santo Oficio. Esta Biblia,
corregida y enmendada después por Cipriano de Valera, es
la misma que hoy difunden, en fabulosa cantidad de ejemplares,
las Sociedades Bíblicas de Londres por todos los países
donde se habla la lengua castellana. El escritor a quien debió
nuestro idioma igual servicio que el italiano a Diodati era un
morisco granadino(¿?) llamado Casiodoro de Reina».
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