“Overbooking”
en el convento
Fecha: 27 de Junio de 2004
Fuente: María José Vidal, Magacine
de elmundo
El Monasterio de Sijena (Huesca) no da abasto.
Jóvenes españolas, portuguesas, francesas, italianas...
aspiran a ingresar en la orden de las hermanas de Belén,
cuya regla les obliga a comer, estudiar, trabajar y vivir solas
en el interior de sus ermitas, unas pequeñas casas levantadas
en el recinto monacal. Sólo se reúnen para rezar,
y nunca hablan. Las normas urbanísticas que protegen a
este edificio, declarado Monumento Artístico Nacional,
prohíben nuevas construcciones. Para atender la avalancha
de vocaciones, desde finales de 2003, 22 de estas monjas viven
en otras tantas “roulottes” instaladas a unos 200
metros del convento. Magazine ha entrado en sus caravanas.
Veintidós caravanas, pintadas de verde
camuflaje, aparecen alineadas cerca del Monasterio de Sijena (Huesca).
Aún no se ha producido el gran golpe de calor, pero dentro
de las roulottes la temperatura es ya insoportable. Sus moradores
no son, precisamente, amantes del aire libre ni excursionistas.
Son 22 monjas, hermanas de Belén, hijas de San Bruno, que
desde finales del año pasado han convertido estos habitáculos
en sus hogares. Las causas: el aumento de vocaciones y que dentro
del recinto del cenobio, donde conviven otras 24 religiosas, no
se pueden construir nuevos edificios.
Las integrantes de esta congregación deben
vivir aisladas, solas, según mandan sus reglas eremitas.
Así, cada una de las monjas tiene que ocupar su propia
ermita (celdas de soledad). El convento sólo dispone de
24 de dichas casas, y las normas del Patrimonio Nacional no permiten
edificar en este lugar cargado de historia, declarado Monumento
Nacional en 1923.
“Las casitas son pequeñas construcciones
donde las hermanas pasan la mayor parte del día. Su trabajo
y su vida, absolutamente individuales, transcurren en su interior.
Cada ermita cuenta con un lugar para orar, otro para dormir, el
aseo, un rincón para el estudio o trabajo y otro para comer”,
explica Ramón Reig, arquitecto de Lleida y miembro de la
Asociación del Monasterio.
Soledad. “Pero estas casitas deben estar
instaladas alrededor de una zona comunitaria, el claustro rectangular.
Cada hermana accede a él desde su propio patio, respetando
así su regla de vida: escuchar a Dios en la soledad y en
el silencio. Su meta es profundizar la individualidad porque cada
persona es única para Dios”.
Y a falta de nuevas ermitas, estas caravanas
se han convertido en sus celdas. Situadas a 200 metros del recinto
monacal, un muro de broza, una tapia vegetal, aísla unas
roulottes de otras. Dentro no hay espacio para la comodidad: tan
sólo una manta y un crucifijo; un rincón para dormir
(se acuestan en el suelo), otro para rezar.
Sin embargo, este campamento ha provocado cierta
polémica, ya que desde el Ayuntamiento de Villanueva de
Sijena se considera que su ubicación no es legal ni segura
porque se encuentran cerca del río Alcanadre. Por el contrario,
la Confederación Hidrográfica del Ebro ha emitido
un escrito favorable a la instalación de este campamento.
Controversias aparte, resulta sorprendente que
–en una época caracterizada por la falta de vocaciones–
esta orden, junto con las clarisas de Lerma (Burgos), sea la que
reciba más peticiones para ingresar en el convento. Muchas
aspirantes han llegado a él a través de familiares,
amigos..., y desde todos los rincones de España, de Italia,
de Portugal, de Francia y de Suramérica. Su atractivo quizá
sea el espíritu de independencia que rige a las hermanas
de Belén, ya que, salvo rezar, el resto de las actividades
las hacen en la completa soledad de sus celdas.
La hija de Fabrizio es una de ellas. La emoción
embarga a este abogado del sur de Italia. Ha viajado con su mujer
hasta Villanueva de Sijena para ver a su hija, también
abogada, que abandonó el mundo para abrazar esta orden
anacoreta. A Fabrizio le duele el alma y a duras penas controla
sus sentimientos: “¿Qué milagro tiene que
existir, para que una joven, a los 24 años, en lo mejor
de la vida, abandone todo y se marche lejos? ¡Si Santiago
de Compostela es un foco de peregrinación, esto es como
un gran faro en mitad de tanto descreimiento y ausencia de fe!”,
cuenta aún conmovido por la decisión de su niña.
Vocaciones. Y es que la avalancha de jóvenes
–la edad media de aspirantes no llega a los 30 años–
es tal, que la hermana priora se ha visto obligada a trasladarlas,
ya que no disponían de celdas individuales. En lo que va
de año, unas 10 han sido enviadas a otras comunidades del
sur de España y a Lisboa. Es la única solución
que existe hasta que se llegue a un acuerdo con el Ayuntamiento.
El alcalde, Ildefonso Salillas, argumenta que las normas urbanísticas
impiden edificar nuevas ermitas en terrenos próximos al
convento. Pero José Antonio Millán, director del
gabinete jurídico Millán Calvo, de gran prestigio
en la comunidad de Aragón, abogado y representante de la
comunidad religiosa, se muestra esperanzado. “Estamos en
vías de conseguir un acuerdo amistoso”.
Ramón Reig añade: “El Monasterio
es una joya arquitectónica de interés cultural a
nivel nacional. Tiene una extraordinaria imagen de solera y de
tradición histórica. Por su valor patrimonial este
recinto religioso debe continuar con ese espíritu piadoso
para cumplir la finalidad para la que fue creado: la vida monacal.
No se debe desvirtuar”. Es decir, que las hermanas deben
seguir viviendo solas.
“Hay algo importante que conviene saber:
el Monasterio de Sijena tiene que ir siempre unido al pueblo de
Villanueva de Sijena, como lo fue en sus orígenes. Porque
el bien del monasterio, es el bien del pueblo. Debe haber entre
los dos un entendimiento y un acuerdo total”, dice convencida
Susana Gracia, edil del Ayuntamiento.
Casi todas las religiosas del cenobio –viven
en él 46– tienen un pasado profesional, licenciadas
en Derecho, Medicina, Psicología, Ingeniería, Informática,
Química, Historia, Filosofía..., pero nada más
atravesar los muros del convento, éste desaparece. Nadie
pregunta nada. Todas callan. Siempre guardan silencio. Tan sólo
importa rezar, obedecer, trabajar y estar en soledad, porque lo
esencial para ellas es la contemplación y la oración.
Se levantan a las cuatro de la madrugada para orar, actividad
que desarrollan ininterrumpidamente hasta las ocho. Comen a las
nueve de la mañana y se acuestan a los ocho de la tarde.
Alternan las plegarias con el estudio bíblico y teológico
(le dedican una hora y media) y el trabajo (de cuatro a cinco
horas), cuya función es, según el espíritu
de la orden, hablar de Dios. “Lo que no digan nuestras palabras
que lo diga nuestra artesanía”, es su máxima.
Precisamente, fue esta actividad la que llevó
a Paz Dufoll, filóloga francesa, madre de familia y defensora
apasionada de la congregación, a descubrirlas. “Todo
surgió por un Belén que le regalaron a mi marido
hace años. La talla de las figuras y la expresión
de sus rostros me pareció de tal belleza y espiritualidad
que no paré hasta saber quién era su autor. Y cuál
fue mi sorpresa cuando encontré no a un tallista, sino
a una orden religiosa que se dedicaba a crear estas deliciosas
piezas de imaginería”, explica Dufoll.
Muchas de estas obras se exponen en la entrada
de la hospedería del Monasterio, abierta al público.
Figuras de la Virgen, del Niño, de San José, de
Cristo..., trabajadas en madera y dolomita, se mezclan con recipientes
de cerámica de diversas formas y tamaños. Todos
llevan impresa la palabra “Belén” y parte de
ellas se exporta a Francia.
El pasado. La historia de este cenobio se remonta
al siglo XII. Doña Sancha, reina de Aragón, mandó
construirlo en el mismo lugar en el que, al parecer, se había
aparecido la Virgen. Era la época de las cruzadas y se
convirtió en centro de peregrinación. Pero aquel
terreno era tan insalubre que la soberana ordenó edificar
un pueblo nuevo en un altozano, a dos kilómetros del convento.
Sin embargo, durante siglos éste continuó siendo
habitado por unas religiosas, las hermanas hospitalarias o hermanas
sanjuanistas de la orden de Jerusalén, hasta que estalló
la Guerra Civil. Luego fue saqueado y quemado.
Paz Dufoll continúa con la biografía
del convento: “Después de aquella época terrible,
las hospitalarias volvieron. En 1984 llegaron a Sijena cuatro
religiosas de la orden monástica de Belén y de la
Asunción de la Virgen; una congregación francesa
nacida en 1950. Tras su llegada, las hermanas hospitalarias, movidas
por la falta de vocaciones, abandonaron el convento y lo cedieron
a las religiosas de Belén durante un periodo de 99 años.
Éstas comenzaron la delicada labor de recuperar parte de
las zonas dañadas del convento, de trabajar la tierra,
de edificar las 24 ermitas y de lograr que se rehabilitara la
iglesia y la capilla”.
Ahora, una profunda atmósfera de recogimiento
envuelve la capilla, flanqueada por una sillería de madera
blanquecina. Suena la campana. Las religiosas ocupan sus sitios
lateralmente mirando al altar. Visten hábitos blancos con
capucha. Y comienzan sus oficios con un rito caracterizado por
un constante movimiento. Entonan salmos, se levantan, besan la
imagen de la Virgen, se inclinan, rezan... Son sus escasos actos
comunitarios.
Las ruinas del claustro, los impresionantes y
bellísimos nervios de la bóveda del refectorio,
los matojos, la humedad intensa y la pátina de musgo que
crece por doquier son parte de la leyenda de este convento. |